HAY OTRAS WEBS PERO SON MEJORES.
El pulso narrativo es bien diferente. El realizador nos lleva por unos senderos que tocan por momentos la mística del personaje de la Novia. Vemos su boda completa, su aprendizaje en Oriente de la mano del maestro Pai Mei, descubrimos el desenlace del apoteósico final de la primera entrega con esa frase lapidaria: “¿Sabe que su hija está viva?”. Es más contundente en cuanto a personajes y trama que su antecesora pero ha perdido toda sorpresa. Esperamos en vano un derroche de fantasía y acción sin embargo nos encontramos con una sabrosa ración de buenos encuentros entre personajes, mejores motivaciones argumentales y un prodigioso final que hace las delicias de los amantes del cómic, los films de Tarantino o los ambiguos mensajes de sus películas.
Los dos villanos que quedan de la lista (Madsen y Hannah) sufren indirectamente en sus carnes la venganza que la Novia persigue. Son muertes cruentas, pero frías. El combate entre Uma y Daryl se ve con desagrado e impaciencia a partes iguales. Queremos más, pero Quentin no está por la labor. Todo lo que quería mostrar a nivel técnico ya lo había hecho en la predecente parte. Ahora tocaba enseñar al Tarantino más sesudo, al que busca la frase oportuna. El Quentin que siempre sabe qué decir y en el momento que debe decirlo. Actores y guión van de la mano (aunque el pasaje de Pai Mei se haga algo largo). Ansiamos el enfrentamiento definitivo contra Bill.
Uma Thurman lleva a su personaje a registros mucho mejor retratados que la anterior cinta. Crece como figura de la venganza, lleva el peso del film hasta que Bill hace su aparición. La nostalgia de Michael Madsen o la furia de Daryl Hannah se contraponen al matiz que Carradine da a su Bill. Sobrio, calculador, adulador y amenazador a partes iguales. Un tour de force que quizás se lleve Thurman por el conjunto global de las dos partes.
Pero sorpresa… el ácido director nos tiene algo reservado. La venganza se sirve fría. Un desenlace lejos de los pensamientos más sangrientos de sus seguidores. Parsimonioso, reverencial y casi ceremonioso es el broche final que desea poner Tarantino a su epopeya de rencor. Un Bill que está de vuelta de todo, que reconoce su trágico destino pero que no evita el mismo. La leona ha recuperado a su cachorro y todo vuelve a estar bien en la jungla. Las legiones de fieles admiradores del director se quedaron con un palmo de narices con este enigmático final. ¿Dónde están los tiros? ¿Las espadas? ¿La sangre?. A Quentin le sobra todo. Es tan magistral que sabe como darnos esquinazo, quitarnos el caramelo y encima convencernos que esta dura piedra sabe a gloria.
La capacidad de hacer girar el preciso mecanismo que contiene sus guiones queda perfectamente reflejado en este volumen (quizás inconcluso, ya veremos su tercera parte). Es de obligada visión tras haber visto la primera entrega, pues si disfrutamos de ellas por separado caeremos en el error de pensar que son dos películas distintas. Al contrario, es una gran historia contada de forma diferente.
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